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Carmen Amoraga – HASTA QUE LA MUERTE LOS SEPARE

Para muchas personas la pérdida de un animal de compañía supone un acontecimientote una intensidad emocional casi comparable a la de los seres humanos. Enterrarlos a la “manera humana” es posible ahora en Valencia con la existencia de un cementerio concebido para el descanso eterno para las mascotas, donde puedan ser visitadas por sus dueños.

En 1629, el emperador Sah Jahan ordenó construir el mausoleo más bello del mundo para dar cobijo al cuerpo de su esposa favorita, muerta ese año. La obra tardó cuarenta años en edificarse, pero finalmente el cadáver de Mumtaz-i-Mahal reposó para siempre en uno de los más admirados monumentos del planeta: el Taj Mahal. Sin llegar a esos extremos, dejar testimonio del dolor que causa la pérdida de un ser querido está al alcance de todos los seres humanos, incluso en los casos en los que el difunto es un animal.

La Comunidad Valenciana es uno de los pocos lugares que ofrecen esta posibilidad a los propietarios de mascotas: sólo Madrid y Barcelona disponen de cementerio para animales, una iniciativa “personal” que desde hace tres años está instalada en la localidad valenciana de Monserrat. “Nuestra mascota murió y ninguna de las opciones que teníamos para el cuerpo del animal nos satisfacía”, cuentan Milagros Heras y Mª Dolores Cortés, responsables del cementerio de Animales Sena. “No queríamos incinerar al animal y mucho menos tirarlo al contenedor. Poner en marcha este cementerio fue el resultado de una necesidad propia”, añaden. La necesidad a la que se refieren las responsables de Sena se ha traducido en una parcela de 7.000 m2 que actualmente guarda los restos de dos centenares de mascotas, y tienen reservados otros tantos nichos por los propietarios de animales vivos “que quieren garantizar que, cuando su animal fallezca, su cuerpo será tratado con todo el respeto que merece”, dicen.

Y es que el dolor por la pérdida de una mascota “sólo puede ser comprendido por quienes lo han pasado: aquí se ven escenas de verdadero sufrimiento”, cuentan. Así lo confirman las inscripciones de las lápidas de algunos de los animales enterrados en las instalaciones de Sena. Nunca te olvidaremos, Gracias o Siempre estarás con nosotros son sólo algunos de los ejemplos que acompañan las fotografías de los animales sobre las tumbas. “Los propietarios -cuentan- suelen venir al entierro y, como mínimo, vienen una vez al mes a visitar la tumba de su mascota”. tampoco faltan los casos en los que los desplazamientos se realizan todas las semanas. “Las personas que tienen animales tienen una sensibilidad muy especial, y eso es algo que también se detecta aquí durante las visitas”, comentan.

Según confirman los propietarios de Sena, “el 60 por 100 de los animales enterrados son perros, el 39 por 100 gatos y el 1 por 100 otros como palomas, pollos o ponis”.
El cementerio abre sus puertas dos veces a la semana -jueves y domingo- para que los dueños puedan acompañar a las que fueron sus mascotas, pero Sena garantiza que “en cualquier lugar, a cualquier hora, cualquier día, cuando el animal fallece, nosotros vamos a recogerlo, nos hacemos cargo de su cuerpo y lo llevamos a unas cámaras frigoríficas hasta que llega el momento del entierro”.

Un acto sin ceremonias


El animal, previamente cubierto por un sudario hermético -”el mismo que se utiliza para las personas”, afirman- es introducido en su fosa dentro de un ataúd. La tumba puede ser de obra o de tierra. En ambos casos, el animal reposa a nivel del suelo y su sepultura está adornada por flo9res. “Más que en el precio -indican-, la diferencia está en el gusto que tenga cada persona”. No obstante, el importe del enterramiento varía en función del lugar donde el animal vaya a reposar. En cualquier caso, los propietarios de Sena afirman que enterrar a un animal en estas instalaciones “no es caro”, dicen. Según los presupuestos que manejan Milagros Heras y Mª Dolores Cortés, “cualquier persona puede traer aquí a su mascota a partir de 19.000 pesetas”, señalan. En este precio, se incluye la recogida del animal en su propio domicilio, la lápida de granito o cerámica con sus correspondientes inscripciones y las plantas que adornan la tumba. “Lógicamente, este precio puede variar en función a las preferencia de los dueños. Pero un coste medio puede oscilar entre las 19.000 y las 28.000 pesetas”, matizan. Otra opción es reservar la fosa antes de que el animal fallezca. En este caso, el propietario tiene un descuento del 10 por 100 y puede aplazar el pago. En cualquier caso, Heras y Cortés subrayan que “no se trata de dinero, sino de sensibilidad, de concienciación. Todo animal muerto debe ser tratado con respeto, tal como reconoce la declaración de derechos de animal. Aquí se lo damos -continúan- y tiene la garantía de que todo se hace dentro de la legalidad más absoluta”. Y es que, en opinión de los responsables de Sena, “cuando un animal muere no todas las opciones que se plantean al propietario son totalmente legales: por ejemplo, en el caso de las incineraciones, no existen incineradoras de animales legalizadas. Puede que las mascotas acaben trituradas y convertidas en abonos animales. La garantía es exigir una factura por el servicio”, afirman.

En su caso, Sena cuenta con “todos los permisos del Ayuntamiento de Monserrat, lo cual es una suerte, porque somos conscientes de que se trata de una oferta nueva, innovadora, y muchas veces tenemos que enfrentarnos a la falta de información y a las costumbres existentes. Pero hemos apostado fuerte por algo en lo que creemos, por un servicio necesario”.